EL CAMINO DE LAS IZQUIERDAS: INDEPENDENCIA POLÍTICA Y SALIDA DEMOCRÁTICA POPULAR Y CONSTITUYENTE A LA CRISIS
En las izquierdas, sociales y políticas, nos hemos vuelto meros defensores de Castillo, por lo menos eso parecemos. El eje principal de nuestras discusiones está en la situación de Castillo y el eje de nuestra acción está en activarnos principalmente cuando la ultraderecha vuelve a tomar iniciativa en su estrategia de sacar a Castillo. Obviamos con ello que la ultraderecha no sólo busca hacerse del poder sino de empujar una salida autoritaria y fascistoide a la crisis actual para lo que viene construyendo su propio escenario copando instituciones, intentando asonadas, aprovechando la ineptitud y debilidad del actual gobierno y la desmovilización de los sectores populares utilizados eventualmente como masa de maniobra. La poca energía de los sectores organizados en el campo popular está dedicada a defender a un gobierno que definitivamente no es popular en su contenido, ni pretende serlo, aun cuando pueda verse así simbólicamente. Este gobierno está lejos de impulsar los cambios de fondo que necesitamos y es sin duda, uno más de los que ha traficado con las expectativas de cambio. De ser un posible punto de apoyo para una salida constituyente se ha vuelto parte del poder constituido en descomposición. Es un gobierno dedicado a sobrevivir enredado en posibles actos de corrupción y en su nula voluntad (¿o capacidad?) de impulsar políticas públicas populares.
Lo que el país y el pueblo necesita de las izquierdas es una
movilización contra la salida autoritaria que se viene implementando a través
del poder legislativo, del ministerio público, del poder mediático por parte de
una derecha cada vez más extremista y arrastrada por los sectores más
reaccionarios que ya no tienen ningún problema en patear la espuria
constitución que dicen defender y usar todas las armas a la mano para hacerse
del poder frustrando cualquier salida democrática, es decir, mediada por la
voluntad popular. Pero esa movilización tiene que oponer no la defensa del
gobierno sino la urgencia de una salida de más amplio alcance, es decir una
salida constituyente. Y estamos contra el tiempo, porque en medio de la
podredumbre generalizada, los sectores autoritarios criminalizan a quienes no
siguen sus designios y se van cerrando los espacios mientras son los grandes
delincuentes que hemos padecido a lo largo de estas décadas de hegemonía
neoliberal los que pretenden ponerse de jueces y encumbrarse como luchadores
contra la corrupción y por la democracia. Entretanto, todos los niveles del
estado son capturados por las mafias y los poderes fácticos que van también
reconfigurando la sociedad a su imagen y semejanza de arriba abajo y de abajo
hacia arriba.
Lo otro es quedarnos solo a la defensiva. Por supuesto que
no se trata solo de tener un texto constitucional como muchos de los que hemos
tenido, ni pretender que un nuevo proceso electoral para una asamblea
constituyente nos arrojará mágicamente a un nuevo escenario que nos saque de la
crisis; se trata de gestar un nuevo pacto social, un pacto que tiene que enfrentar
una oposición muy poderosa que ve cualquier alternativa democrática o cualquier
sector opuesto a sus intereses como un enemigo a liquidar por cualquier medio. Sin
embargo, si se hubiera tomado iniciativa real para concretar un proceso
constituyente hace varios meses se habría avanzado en: construir una mayor
convergencia política y social conformando una oposición democrática al
gobierno y a la ultraderecha golpista; en impulsar sobre la base de un programa
de emergencia popular y un programa de reformas amplias, una gran movilización
social; en definir los mecanismos para concretar el proceso constituyente, una
ruta; en discutir los contenidos del
nuevo pacto social que urge para refundar el país. Pero seguimos de
terceros en una bronca de pirañas y tiburones y a la defensiva, atrapados en el
escenario más inconveniente para los sectores democráticos y populares del
país.
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