En una coyuntura marcada por la crisis sistémica del país, la urgencia de articular una respuesta política desde las fuerzas de izquierda y progresistas es más apremiante que nunca. Desde el Nuevo Perú por el Buen Vivir hemos impulsado —siguiendo los acuerdos de nuestros Consejos Nacionales— la construcción de alianzas que nos permitan superar la fragmentación política, resistir al régimen autoritario y sentar las bases para una auténtica salida constituyente.
Sin embargo, los esfuerzos desplegados han encontrado serios obstáculos. Las negociaciones con distintos actores del espectro de izquierdas han estado marcadas por intereses particulares, estrategias excluyentes y apuestas centradas únicamente en alcanzar candidaturas presidenciales, dejando de lado el horizonte transformador que el país necesita. Lejos de consolidar una unidad estratégica, estas dinámicas han generado desgaste, frustración y han limitado nuestra capacidad para posicionar ante el país una propuesta clara y coherente.
Uno de los casos más evidentes ha sido la fallida articulación con Ahora Nación, Primero la Gente y una facción del PTE. Bajo el pretexto de una alianza “centroizquierda–centroderecha”, promovieron el ingreso de fuerzas conservadoras como Libertad Popular y luego sacaron de la manga a Salvemos al Perú, desplazando al Nuevo Perú y negándose a someterse a un proceso democrático de elecciones internas. Por otro lado, el intento de acercamiento con Juntos por el Perú, a partir de un llamado a la unidad por parte de Pedro Castillo, derivó en un diálogo con personajes que han demostrado reiterada deslealtad, tanto con aliados como con el propio Castillo. La lealtad no se declama, se practica.
Frente a este escenario, mantenemos conversaciones con Voces del Pueblo, Unidad Popular, un sector del PTE y otros sectores afines. Pero se vuelve imprescindible pasar de la negociación estéril a las definiciones políticas de fondo. El país no transita por una coyuntura electoral ordinaria: estamos ante una pugna decisiva frente a un bloque ultraderechista que ha capturado el aparato estatal y desmonta derechos a diario. Para hacerle frente, necesitamos una insurgencia democrática, electoral y constituyente.
La izquierda no puede limitarse a disputar cuotas electorales. Debemos impulsar una amplia campaña constituyente, articulando no solo a partidos, sino a sectores populares, sindicales, juveniles, indígenas y feministas que buscan una transformación real del país. Luchar por una nueva Constitución es luchar por un nuevo pacto social, por la refundación de la República, por una democracia que no sea rehén del autoritarismo ni del mercado.
El próximo Consejo Nacional debe ser un punto de inflexión. Es tiempo de alinear nuestras fuerzas, movilizar al partido en su conjunto y asumir con claridad el rumbo que queremos construir. El internismo y la indecisión solo favorecen el statu quo. Hoy más que nunca, el país necesita una izquierda que esté a la altura del momento histórico.
En el proximo proceso electoral del país, la unica posibilidad de llegar a la Presidencia, es solo con la participacion de una izquierda unida, en base a un Plan o Programa de Lucha de no más de 10 puntos o políticas de Estado claves, y luego los lideres agrupados en un Colegiado unitario. Cualquiera otra opción es dar nuevamente la oportunidad para que la derecha se continue perpetuando en el poder. Si los líderes de la izquierda no logran esta ansiada unidad y prefieren sus intereses particulares, seguimos siendo parte del infantilismo de izquierda.
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